Crece En La Gracia

Lucas 9:54-56

“Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois.”

Lucas 9:55

Cuando una aldea samaritana rechazó a Jesús, los discípulos dijeron: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?”. (Lc. 9:54). Esto estaba en línea con el Antiguo Testamento, pero Jesús los reprendió. Lo hizo porque no estaba en línea con la gracia de Dios que Él vino a traer a la humanidad.

Jesús no vino a destruir la vida de las personas, sino a salvarlas (Jn. 3:16; 10:10). “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados” (2 Co. 5:19). Fue justo al hacer esto porque Él cargó con nuestros pecados (Is. 53:4-6) y la ira de Dios que los acompañaba (Mt. 27:46; He. 2:9). No rechazó ni contradijo el juicio de Dios contra el pecado, sino que lo cargó sobre sí mismo (2 Co. 5:21). Por lo tanto, pudo extender la gracia y la misericordia de Dios a quienes estaban condenados bajo la Ley de Moisés (Hch. 13:38-39).

La Ley del Antiguo Testamento era como un juez que dictaba sentencia sobre el pecado. Jesús se convirtió en nuestro abogado. Es más, se convirtió en nuestro sustituto, llevando “él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero” (1 P. 2:24). No destruyó el juicio de Dios, sino que lo cumplió en sí mismo para que pudiéramos ser libres. Esto cambió para siempre la relación de Dios con las personas pecadoras.

A la luz de lo que Jesús hizo en el Nuevo Pacto, perdonándonos de todos nuestros pecados, nunca debemos buscar liberar la ira de Dios sobre otros como se hacía en el Antiguo Pacto. Hay una diferencia entre la Ley del Antiguo Testamento y la gracia del Nuevo Testamento. “Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Jn. 1:17). Te invito a que hoy crezcas en la gracia, perdones y ores por los que hacen el mal y rechazan a Jesús.

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