¿Dios o el dinero?

Marcos 10:21-27

Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.

Marcos 10:21

La Biblia hace mención especial de que Jesús amaba a este jo 1ven rico, incluso después de que él dijera que había guardado todos los mandamientos de Dios, lo cual no era la verdad. Jesús le estaba mostrando que había quebrantado el primer mandamiento: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Ex. 20:3), y el décimo mandamiento: “No codiciarás” (Ex. 20:17). Su respuesta fue dura: “Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”, pero él no pretendía herir a este joven. Se lo dijo con amor, para su bien. El dinero de este joven se había convertido en su dios, y este tenía que ser destronado antes de que Jesús pudiera convertirse en su Señor.

Lo único que le faltaba a este joven era la fe en Jesús por encima de cualquier otra cosa. Jesús había enseñado que no se puede servir a Dios y a las riquezas; si amas a uno odiarás al otro (Mateo 6:24), y este joven gobernante amaba sus riquezas. Él “se entristeció... y se fue afligido” (v. 22) después de que Jesús le dijo que vendiera todas sus posesiones. Al irse, Jesús sacudió la cabeza y dijo que era muy difícil que los ricos se salvaran. Ahora, ¡la reacción de los discípulos es aún más interesante! Se asombraron y en el versículo 26 le preguntaron: “¿Quién, pues, podrá salvarse?”.

Jesús respondió: “Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para Dios todo es posible” (v. 27). Siempre citamos este versículo cuando necesitamos sanidad o un milagro financiero, pero Jesús estaba diciendo que la gente rica necesita la intervención sobrenatural de Dios para dejar atrás su confianza en el dinero y poner toda su fe en Dios. ¿En qué estás poniendo toda tu confianza hoy? Si estás confiando en tu sueldo o en la bolsa de valores como tu fuente de seguridad, entonces ¡puedes perder tu paz y alegría en cualquier momento! Pon toda tu confianza en Jesús, y no solo tendrás la confianza de la salvación eterna, sino que te mantendrás firme y nada te sacudirá. Sabrás que estás en las manos amorosas y poderosas del Señor.

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