Consuelo en la eternidad
Lucas 16:19-31 1
Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.
Lucas 16:22
Esta historia enseña claramente que hay vida después de la muerte. Demuestra que no hay un “descanso del alma” donde nuestras almas esperan la resurrección de nuestros cuerpos, sino que entramos inmediatamente en una eternidad consciente. También muestra que solo hay dos destinos posibles después de la muerte: o vamos a un lugar de tormento para los malvados o vamos a un lugar de bendición para los justos. No existe un “limbo” ni un “purgatorio”, y no hay una segunda oportunidad. Esta historia ilustra el carácter definitivo de nuestro destino eterno una vez que morimos.
‘El seno de Abraham’ es un término simbólico para un lugar real donde aquellos que creyeron bajo el Antiguo Pacto, pero que aún no habían nacido de nuevo, iban después de morir físicamente. Estaba localizado en el corazón de la tierra, en la misma región que el infierno, donde van aquellos que nunca entregaron sus vidas a Dios. El cuerpo del hombre rico estaba en la tumba y, sin embargo, esta escritura habla de él levantando sus ojos y viendo a Lázaro en el seno de Abraham. Esto demuestra que nuestro espíritu refleja nuestra forma física tan de cerca que somos reconocibles después de morir.
Parte del tormento de este hombre provenía de las llamas del infierno. Sin embargo, también le atormentaba la idea de que sus seres queridos en la tierra tuvieran el mismo destino eterno que él; seguramente su desesperación por advertirles empeoraba su miseria. Además, el hecho de que pudiera ver a Lázaro y a Abraham en un lugar de bendición y consuelo le impedía aceptar su situación.
A la luz de las palabras de Jesús, podemos ver que el infierno será mucho más que un lugar de tormento físico. Aquellos que son consignados a ese lugar también serán atormentados con los pensamientos de lo que ‘hubiera pasado’ si hubieran confiado en Jesús y de cómo influyeron en otros para que los siguieran al infierno. Te animo a que escuches a tu corazón cuando te dirija hacia cualquiera que no conozca al Señor. ¡No ignores ninguna oportunidad de compartir el Evangelio con ellos!
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