Hablemos de los Fariseos

Juan 9:34

“Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros? Y le expulsaron.”

Juan 9:34

Gran parte del problema de los fariseos era el orgullo espiritual, y esta declaración de su parte los deja en evidencia. Estaban tan cegados por su arrogancia que no podían creer que alguien que no hubiera pasado por su “seminario” pudiera enseñarles algo.

El nombre fariseo proviene de una palabra hebrea que significa “separado”. Este término fue aplicado a esta ‘secta religiosa’ debido a su extrema devoción a la Ley Mosaica y su compromiso de llevar una vida separada. Los judíos devotos formaron esta secta cuando regresaron a Jerusalén del cautiverio babilónico y vieron las costumbres paganas y la influencia de los babilonios por todas partes. No solo su religión, sino también su identidad como nación estaba siendo amenazada.

Los fariseos eran patriotas además de fanáticos religiosos, que al principio cumplían una función muy necesaria en la nación judía que luchaba por sobrevivir. Sin embargo, a lo largo de los siglos, los fariseos escribieron sus propias interpretaciones de la Ley, las cuales consideraban inspiradas por Dios e iguales a las de la Ley Mosaica. En la época de Jesús, este grupo se caracterizaba por la hipocresía y la ‘justicia propia’, es decir, agradar a Dios por obras. Ellos persiguieron a Jesús y a sus seguidores y recibieron las más duras reprimendas del Señor.

Los fariseos, como mucha gente hoy en día, ignoraban la posibilidad de alcanzar la rectitud con Dios a través del simple acto de recibir Su perdón por la fe. Estaban tratando de ganar la salvación por sus propias obras. Nadie puede cumplir los mandamientos de Dios (Romanos 3:23) excepto Jesús (Hebreos 4:15). Por lo tanto, para ser justos, debemos poner nuestra fe en lo que Él ha hecho por nosotros.

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