Vivos para Dios

Mateo 17:1-8; Marcos 9:1-8; Lucas 9:28-36

Y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.

Mateo 17:2

Es interesante comparar la transfiguración de Jesús con la de Moisés. El rostro de Jesús brillaba como el sol y su manto era blanco como la luz. Esto ciertamente excedió lo que Moisés experimentó, sin embargo el rostro de Jesús no continuó brillando cuando bajó de la montaña como lo hizo el rostro de Moisés.

El rostro de Moisés reflejaba la gloria de Dios, pero Jesús era la gloria de Dios (Jn. 1:14; He. 1:3). Moisés puso un velo sobre su rostro para ocultar la gloria de Dios (Ex. 34:29-35), para que la gente no tuviera miedo de acercarse a él. El cuerpo de Jesús era el velo que ocultaba su verdadera gloria. Durante su transfiguración, quitó el velo de su carne, y los discípulos vislumbraron la gloria que tenía con el Padre antes de que el mundo fuera (Jn. 17:5). En la muerte de Jesús, el velo de su cuerpo se “rasgó en dos”, dándonos acceso directo a la gloria de Dios (He. 10:19-20).

Necesitamos conformarnos a la muerte y resurrección de Cristo. No podemos centrarnos en la muerte al pecado y omitir o hacer secundario el estar vivos para Dios. Se asume que si simplemente morimos al pecado, entonces la vida en Cristo vendrá automáticamente. Dar por hecho esto es como decir que la muerte física produce automáticamente la resurrección física. No funciona de esta manera. Debemos estar vivos para Dios a fin de morir al pecado.

Dios quiere que hoy estés vivo en Él. Necesita que sepas quién eres “en Cristo” y que camines en la victoria que Cristo resucitado está viviendo realmente a través de ti. Hay más de un centenar de referencias bíblicas a la presencia del Señor que habita en ti.

Busca en la Palabra, ¡y observa lo que Dios tiene que decir sobre ti!

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