Espíritu, Alma y Cuerpo
¡El conocimiento es poderoso!
Acabo de regresar de un vuelo al extranjero en el que Jamie y yo fuimos ascendidos a primera clase. Los asientos se convirtieron en una cama plana. Fue maravilloso. Realmente reduce la descompensación horaria. Mientras me dormía, pensé en John Wesley, que cruzó el Atlántico en la bodega de un barco. Tardó un par de meses en hacer el trayecto de ida y las condiciones eran terribles. Mi vuelo de Londres a Denver duró nueve horas, y tuve lujos que él no podría haber imaginado.
Todo esto es posible gracias al conocimiento. El hombre no ha creado nada nuevo; sólo ha descubierto las leyes que el Señor estableció desde el principio. Los pájaros han estado volando desde el principio. Lo mismo ocurre con las comunicaciones, la electricidad, la informática y otros muchos avances modernos. El hombre apenas está descubriendo las leyes que Dios creó.
Aunque la humanidad ha hecho grandes descubrimientos que han cambiado totalmente nuestra forma de vivir, parece que sabemos menos de nosotros mismos que las generaciones anteriores. Aunque nuestros antepasados no disponían de todas las comodidades modernas, tenían una paz y una fuerza que hoy se le escapan a la mayoría. Mientras nuestro conocimiento de nuestro mundo natural ha aumentado, nuestro conocimiento de las cosas espirituales ha disminuido. En su arrogancia, el hombre cree ciegamente que puede resolver todos los problemas de la vida por sí mismo. Pero no puede haber paz exterior, si no hay paz en el interior.
Hay todo un universo que el hombre, con toda su sabiduría, ignora. Es el mundo del espíritu. Y no me refiero sólo al reino espiritual fuera de nosotros, sino también al ser espiritual dentro de cada persona. No somos animales evolucionados; fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (Gn. 1:26). Somos seres espirituales. La forma definitiva de controlar el mal comportamiento no es con más leyes, detectores de metales o ingeniería social; es cambiando el corazón de las personas, de una en una. Sólo Jesús puede hacerlo.
Sin embargo, tristemente, incluso muchos cristianos han perdido este punto de vista espiritual. Muy pocos cristianos saben quiénes son en el espíritu. De hecho, la religión les ha enseñado que son pecadores por naturaleza, justo lo contrario de lo que enseña la Biblia.
Es cierto que todos nacimos pecadores (Sal. 51:5) y que teníamos la naturaleza del diablo obrando en nosotros (Ef. 2:2-3). Pero cuando vinimos a Cristo y recibimos la salvación, nos convertimos en una nueva persona en el espíritu.
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”.
2 Corintios 5:17
Esto no se refiere a tu cuerpo. Si eras un hombre antes de aceptar a Cristo, seguirás siendo un hombre después. Tu cuerpo no cambia en el nuevo nacimiento. Y tu alma, que es lo que la Biblia llama la parte mental y emocional de ti, tampoco cambió automáticamente. Está sujeta a cambio, pero tienes que renovar tu mente para experimentar cambio en tu mente y emociones después de nacer de nuevo.
Pero en el espíritu, te convertiste en una nueva especie de ser viviente. Tu espíritu es totalmente nuevo. No hay una vieja naturaleza pecaminosa en ti.
Yo sé que esto viene como un completo shock para muchos de ustedes que han sido adoctrinados en la teología de la vieja naturaleza contra la nueva naturaleza. A la mayoría de los cristianos se les ha ensenado a creer que después de la salvación, siguen siendo los mismos en su esencia, y viven el resto de sus vidas tratando de refrenar esta vieja naturaleza. Creen que tienen dos naturalezas. Esa es una mentalidad un tanto esquizofrénica, y produce cristianos que no se parecen en nada a Cristo.
Pablo tuvo que lidiar con este asunto en Romanos 6. Había demostrado tan poderosamente en los capítulos anteriores que Dios trata con nosotros por gracia mediante la fe, que la pregunta lógica era: "¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?". (Ro. 6:1). Por supuesto que esto no es lo que Pablo estaba diciendo, y dio dos razones en este capítulo para que los cristianos vivan santamente.
La primera razón que Pablo dio simplemente dice:
"En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él?”.
Romanos 6:2
¡Qué declaración tan radical! Esto no es creído por la mayoría de los cristianos contemporáneos. Ellos creen que están vivos al pecado y que es con mucho esfuerzo, frustración y fracaso que luchan contra esta naturaleza pecaminosa el resto de sus vidas. Eso no es lo que Pablo creía.
Pablo dijo que una vez que somos bautizados en Cristo (Ro. 6:3), experimentamos una muerte a nuestra vieja naturaleza pecaminosa. Está muerta. Se ha ido. Ya no existe.
Puedo oírte diciendo: "¿Qué? ¿Estás loco? Todavía lucho con muchos pecados. No estoy muerto al pecado".
Admitiré que los cristianos aun pecan. Pablo hizo mención de ello en este mismo capítulo y lo trató con más detalle en Romanos 7. Pero nuestra naturaleza ha cambiado. La única razón por la que todavía pecamos es porque no conocemos estas verdades (Jn. 8:32).
Nuestras mentes son similares a las computadoras en el sentido de que pueden programarse. Y una vez programadas, continuaran funcionando como programadas hasta que las reprogramemos. Todos nacimos en pecado, y nuestra vieja naturaleza pecaminosa programó nuestras mentes para ser egoístas, amargados, enojados, lujuriosos, etc. Cuando nacemos de nuevo (Jn. 3:3), llegamos a ser totalmente nuevos en nuestros espíritus. Esta vieja naturaleza ha sido completamente cambiada (2 Co. 5:17). No está en proceso de volverse nueva; ya es tan pura y perfecta como Jesús (1 Jn. 4:17, 1 Co. 6:17 y Ef. 4:24).
Pablo llamó a esto vida de resurrección. En Romanos 6:5, dijo:
"Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección”.
Pero en el versículo siguiente, dijo que tenemos que saber algo para poder experimentar esto. Lo primero que mencionó es que "nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él [con Cristo]" (Ro. 6:6, paréntesis mío). Esto no es algo que todavía tenga que suceder o que tenga que pasar una y otra vez; es una obra terminada, ¡está hecho!. En nuestros nuevos espíritus nacidos de nuevo, estamos muertos al pecado.
Entonces Pablo dijo:
“Para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado”.
Romanos 6:6
Nuestra naturaleza pecaminosa está muerta y se ha ido, pero dejo atrás un cuerpo. Ese cuerpo es la mente carnal. Seguirá funcionando según lo programado hasta que la reprogramemos. Eso es lo que la Biblia llama la renovación de la mente. Nuestras vidas son transformadas por la renovación de nuestra mente (Ro. 12:2).
Por lo tanto, la victoria en la vida cristiana es tan simple como renovar nuestras mentes a lo que somos y a lo que ya hemos recibido en Cristo. No es la lucha de dos naturalezas dentro de nosotros; somos como pensamos (Pr. 23:7). Si nos vemos como viejos pecadores, salvados por gracia, entonces seguiremos luchando con el pecado. Pero cuando vemos el cambio total que tuvo lugar en nuestra naturaleza, manifestaremos ese cambio en nuestras acciones.
Cuando nos vemos a nosotros mismos como parte del diablo, actuamos como tal. Pero cuando vemos quiénes somos en Cristo, es decir, en nuestros espíritus nacidos de nuevo, llegamos a ser como Él (2 Co. 3:18 y 1 Jn. 3:2). La forma en que nos vemos a nosotros mismos se convierte en una profecía autocumplida.
Esta es la principal revelación que el Señor ha usado para cambiar mi vida. Tuve un encuentro con el Señor que cambió mi vida el 23 de marzo de 1968. El Señor usó eso para llamar mi atención y mostrarme que había mucho más. Pero es la revelación que recibí de la Palabra en quien me he convertido en mi espíritu que ha hecho la impresión más grande y el cambio duradero en mi vida. Ha cambiado totalmente mi identidad.
Yo llamo a esta revelación Espíritu, Alma y Cuerpo. No es una frase ‘pegajosa’, pero es descriptiva de la forma en que el Señor me reveló estas verdades. He llegado a saber que soy un ser espiritual que tiene un alma y vive en un cuerpo. Pero el verdadero ‘yo’ es mi persona espiritual. Y es en el espíritu que he sido totalmente transformado y hecho exactamente igual a Jesús.
Ya que Dios es un Espíritu y Él se relaciona conmigo con base en quien soy en el espíritu (Jn. 4:24), esto ha cambiado todo. Ahora adoro a Dios basado en quien soy en el espíritu y no en quien soy en mi carne; es decir, como actúo o siento. Ahora entiendo cómo nuestro santo Dios puede amarme verdaderamente, porque en mi espíritu nacido de nuevo, soy totalmente justo y santo (Ef. 4:24). Mi espíritu es su hechura, su obra maestra (Ef. 2:10).
He descubierto que soy redimido de la Ley, porque la Ley no fue hecha para un hombre justo (1 Ti. 1:9). La Ley fue dada para mostrarnos nuestra necesidad de salvación, pero no podía salvarnos (Ro. 3:19-21). Pero lo que la Ley no pudo hacer, lo hizo Jesús (Ro. 8:3-4), y ahora soy la justicia de Dios en Cristo (2 Co. 5:21).
Esto me da derecho a todo lo que Dios es y tiene. Tengo su autoridad a mi disposición, y mientras más me he dedicado a usarla, he experimentado resultados milagrosos. Estoy tan entusiasmado con estas verdades que estoy tratando de que todo el mundo las conozca.
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