¿De dónde viene el dolor que sentimos?
Dios nos creó para vivir enfocados en Él. Su propósito desde el principio fue que fuéramos "conscientes de Dios", no "conscientes de nosotros mismos". Hasta que Adán y Eva comieron el fruto prohibido en el árbol del conocimiento del bien y del mal, eran tan inconscientes de sí mismos que ni siquiera consideraban su propia desnudez. Pero después de su desobediencia, tomaron plena conciencia de sí mismos y quisieron esconderse de Dios. Su atención se había desplazado de Dios al ‘yo’.
La conciencia de uno mismo es sólo otra forma de decir egocentrismo, y el egocentrismo es realmente la raíz de toda tristeza. La gente se aflige o es infeliz por muchas razones. Pero, si lo analizan, descubrirán que siempre es el resultado de que el ‘yo’ está privado de deseos. Por lo tanto, la respuesta a la tristeza se encuentra en la relación con uno mismo.
Por ejemplo, los problemas financieros suelen surgir cuando intentamos vivir por encima de nuestras posibilidades, tratando de satisfacer deseos egocéntricos. No es que esté en contra de la prosperidad, no lo estoy. Pero es importante tener la perspectiva correcta. Si te sientes miserable o infeliz por no tener una casa más grande, un coche más nuevo o un televisor con la pantalla más moderna, algo está mal. Es nuestro egocentrismo el que convierte un deseo en una necesidad y luego esa necesidad en una crisis personal.
Me rompe el corazón ver a tantos creyentes llenos del Espíritu actuando tan egoístamente como el mundo. Intentan usar a Dios para obtener las cosas que no pudieron obtener por medio del sistema del mundo, porque todavía están enfocados en lo que pueden ganar para sus propios deseos carnales. Ellos nunca conocieron o se han olvidado de algunas de las escrituras más importantes en la Biblia sobre las finanzas.
Mateo 6:33 dice: "Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas".
Dios ya ha prometido que nuestras necesidades son satisfechas en Él y que nos serán añadidas como un producto secundario de buscar primero su reino. Es completamente innecesario enfocar nuestra atención en tratar de obtener algo de Dios que Él ya proveyó. Cuando lo hacemos, nos lleva de vuelta a la puerta del egocentrismo.
Incluso en el caso de la muerte de un ser querido, nuestro dolor está arraigado en nuestra pérdida personal. Nos centramos en la situación desde nuestro punto de vista: “¿Cómo puedo seguir sin ellos? No volveré a verlos en la tierra”. Nos convencemos de que estamos de luto por la muerte de esas personas, pero en realidad es por cómo nos afectará a nosotros. Si esa persona nació de nuevo y ahora está con Jesús, debería ser un momento de regocijo. Imaginemos el ambiente del funeral de un creyente si nos centráramos en que ahora está con Jesús y en lo que esa persona está experimentando, en lugar de nuestros propios pensamientos egocéntricos sobre lo que estamos perdiendo. En lugar de lamentarnos, ¡qué momento tan emocionante de acción de gracias y alabanza sería!
Otra gran fuente de dolor, es el dolor que muchos experimentan en sus relaciones con otras personas. ¿Por qué? Porque cuando estás centrado en ti mismo, es fácil ofenderse. Si estás experimentando amargura, dolor o enojo en una relación con tu jefe, un amigo o, como es el caso más frecuente, con alguien de tu propia familia, la Palabra de Dios no deja espacio para malinterpretar la causa de estos sentimientos.
Proverbios 13:10 dice: "Ciertamente la soberbia concebirá contienda".
Este versículo deja claro que el orgullo (soberbia) es la fuente de toda contención. Sé que muchos de nosotros no quisiéramos escuchar esto, pero no son las circunstancias o las personalidades involucradas en tus situaciones lo que te causa dolor, es el orgullo. El orgullo no es la causa principal de la contienda; es la única causa.
Sin embargo, el orgullo es como un palo que tiene dos extremos. La mayoría puede ver claramente el extremo que representa la arrogancia y la altivez, pero no ven el otro extremo, de baja autoestima, falsa humildad, timidez o inseguridad.
Las personas que se consideran tímidas o inseguras en realidad están llenas de orgullo. Su baja autoestima hace que el ‘yo’ domine sus pensamientos. Están tan centrados en lo que los demás puedan pensar si dicen o hacen algo mal. Para protegerse a sí mismos, se vuelven tímidos e inseguros, causándose mucho dolor. Si se les pidiera dar un testimonio o imponer las manos sobre alguien para orar, su orgullo se lo impediría. No correrían el riesgo de SER criticados.
Aquellos con falsa humildad, por otro lado, creen que rebajarse a sí mismo es humildad, y exaltarse a sí mismo es orgullo. Pero eso también es erróneo.
En Santiago 4:10 dice: "Humillaos delante del Señor, y él os exaltará".
¿Qué sucede cuando te humillas (con el entendimiento correcto de la verdadera humildad), y Dios comienza a exaltarte? Los verdaderamente humildes se lo permitirán, pero los orgullosos no. Les preocupa demasiado lo que piensen los demás y tratarán de desviarlo rebajándose a sí mismos. Es sólo otra forma de orgullo.
La verdadera humildad es estar de acuerdo con lo que la Palabra de Dios dice acerca de quién eres y hacer lo que la Palabra de Dios dice que puedes hacer. Entonces, deja de preocuparte por lo que la gente pueda pensar, si te alaban o te condenan; simplemente no importa cuando eres verdaderamente humilde y estás muerto al ‘yo’.
Tuve que pasar por esto mismo cuando empecé a ministrar. Dios usó a un hombre sabio para liberarme cuando me dijo: "Andy, si te preocupas más por la gente a la que estás ministrando que por ti mismo y lo que piensan de ti, ¡Dios te usará!". Eso significaba que tenía que humillarme y aceptar el hecho de que Dios tenía un mensaje que entregar a través de mí. En aquel entonces yo era un hombre tan introvertido que apenas podía mirar a alguien a los ojos, tuve que morir al ‘yo’ y revivir en Cristo.
2 Timoteo 2:11 dice: "Palabra fiel es esta: Si somos muertos con él, también viviremos con él".
Y en Gálatas 2:20, leemos: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”.
Estos versículos bíblicos enseñan que debemos estar muertos al ‘yo’ y vivos en Cristo. Y si estamos realmente muertos, sería imposible ser ofendidos. Los muertos nunca sienten nada. Pueden ser pateados, insultados, incluso les puedes mentir y ofender todo el día, simplemente no les importa. La razón por la que somos heridos u ofendidos tan fácilmente es que todavía estamos vivos para nosotros mismos y llenos de orgullo.
Sin embargo, si nos enfocamos en matar al ‘yo’ y vivir en Cristo, probablemente fallemos. Yo solía resucitar al ‘yo’ todas las mañanas en oración mientras hacía todo lo posible por matarlo. Confesaba todos los pecados que creía haber cometido: "¡Orgullo! ¡Arrogancia! ¡Falta de estudio de la Palabra!". Y así sucesivamente hasta que al final de mi tiempo devocional, había pasado todo el tiempo centrado en mí mismo. ¡Realmente absurdo!
La manera correcta de lidiar con el ‘yo’ es cambiar el enfoque. Encuentra a alguien que necesite oración o que esté en necesidad. Ayúdales en su situación, y te encontrarás olvidándote de tus propias necesidades. También descubrirás que lo que pensabas que era tan importante es realmente insignificante. El amor por otra persona siempre superará al ‘yo’. Requerirá que te entregues y te conviertas en un sacrificio vivo, pero vale la pena.
Pero nuestro enfoque final tiene que estar en Dios, no sólo en los demás; y ciertamente no en nosotros mismos. Sólo cuando estamos totalmente rendidos a Dios podemos amar a otros, incluso a quienes nos lastiman o agreden nuestros intereses egoístas.
Romanos 12:1 dice: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional".
¿No es interesante que el sacrificio propio es considerado por Dios como nuestro servicio razonable? Para ello, debemos humillarnos, rechazar el ‘yo’ como " nuestro señor", y ponerlo sobre el altar. El único problema con los sacrificios vivos es que tienden a arrastrarse fuera del altar. Aunque hagamos este compromiso en nuestros corazones ahora mismo, tendremos que renovarlo mañana, la semana que viene, el mes que viene y el año que viene. Mientras estemos aquí en la tierra, tendremos que tomar la decisión de amar a Jesús más que a nosotros mismos, todos los días.
En un día en el que el ‘yo’ está siendo exaltado al máximo, entender las consecuencias o el fruto del egocentrismo es vital. Al final, el egocentrismo sólo nos llevará al dolor. Para ayudarte, tengo un libro llamado El Egocentrismo: el Origen de Toda la Tristeza. Puede que te incomode un poco, pero te ayudará a comprender la verdad sobre el egocentrismo. Y si estás dispuesto a aplicar lo que aprendas, te liberará del dolor que estás experimentando en tu vida.
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