¿Es Posible Encontrar la Felicidad?
Todo el mundo busca la felicidad, pero pocos la encuentran. Su búsqueda es universal y atemporal. Incluso quienes redactaron la Declaración de Independencia de los Estados Unidos reconocieron esa búsqueda. En ella escribieron que todo hombre está dotado por su Creador de ciertos derechos individuales, y uno de los cuales es la búsqueda de la felicidad.
Para la mayoría de la gente, sin embargo, la felicidad es difícil de alcanzar. Para hacerla aún más difícil, a muchos cristianos se les ha dicho que la santidad y la felicidad no van de la mano. Esto se debe a que en la Iglesia se ha hecho hincapié en que Jesús es un hombre de dolores, experimentado en quebranto.
Isaías 53:5 dice:
"Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados".
Sin embargo, esa no es toda la historia. La misma Biblia que dice que Jesús sufrió, también dice que fue ungido con el óleo de la alegría por encima de todos y que el gozo del Señor es nuestra fortaleza.
"Has amado la justicia, y aborrecido la maldad. Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo. Con óleo de alegría más que a tus compañeros." (Heb. 1:9).
"Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza." (Neh. 8:10).
Sin gozo no hay fuerza. Esta es una de las razones por las que tenemos muchos cristianos débiles. Entonces, ¿es posible alcanzar la verdadera felicidad? Y si es así, ¿cómo la alcanzamos?
En primer lugar, permítanme decir que hay muchas escrituras que nos ordenan regocijarnos y alegrarnos (Sal. 32:11, 40:16, 68:3, 70:4, por mencionar algunas). Algunas ordenan específicamente alegrarse en medio de los problemas (Salmo 34:1, Mateo 5:12 y Juan 16:33). El pueblo de Israel incluso fue castigado porque no sirvió al Señor con gozo y alegría de corazón por la abundancia de todas las cosas que el Señor había hecho.
"Por cuanto no serviste a Jehová tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas, servirás, por tanto, a tus enemigos que enviare Jehová contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas; y él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello, hasta destruirte." (Deut. 28:47-48).
Así que, si la alegría era un mandamiento y la gente era castigada por no alegrarse, entonces la felicidad es algo que podemos controlar. De lo contrario, el Señor habría sido injusto al ordenárnosla.
Hoy en día la gente piensa que la felicidad es un resultado, en lugar de una elección. Creen que, si no tuvieran problemas y si tuvieran abundancia de cosas buenas, la felicidad sería el resultado inevitable. Eso no es cierto.
La felicidad no es un estado del ser; es un estado mental. Una persona puede ser feliz cuando todos y todo a su alrededor está en crisis. Puede estar contenta sean cuales sean las condiciones económicas o físicas. La verdadera felicidad y satisfacción no dependen de las circunstancias.
Tomemos a Pablo como ejemplo. El Apóstol Pablo escribió el libro de Filipenses mientras estaba en prisión en Roma. Había estado en prisión durante dos años en Israel, un año en tránsito a Roma y una cantidad no revelada de tiempo en Roma. Además, se enfrentaba a una posible ejecución.
Sin embargo, su carta a los Filipenses es la más feliz de todas las que escribió. En esta breve carta menciona la alegría diecisiete veces. ¿Cómo es posible? ¿Cuál era el secreto de Pablo? El libro de Filipenses nos da las claves que Pablo utilizó para obtener tal éxito.
En Filipenses 4:11 Pablo dice,
"He aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación".
Date cuenta de que el contentamiento es algo que el Apóstol Pablo aprendió. No vino naturalmente o sin esfuerzo. Ninguno de nosotros salió del vientre materno leyendo y escribiendo; tuvimos que aprenderlo a través de años de esfuerzo. Del mismo modo, la satisfacción, que es uno de los principales componentes de la felicidad, tiene que aprenderse. No nos viene como un ataque, ni nos contagiamos como un resfriado. Es algo que se adquiere.
¿Cómo se adquiere la felicidad? En primer lugar, tenemos que ocuparnos de nuestro interior. La mayoría de la gente adopta un enfoque diferente: quieren ocuparse del exterior. Oran para que se resuelvan sus problemas y para que sólo les lleguen cosas buenas y gente buena. Déjame darte una pista: ¡Eso no va a suceder!
Mientras estemos en este mundo, tendremos problemas (Juan 16:33). Y si vivimos para Dios, tendremos persecuciones (2 Tim. 3:12). Si nunca te topas con el diablo, es porque vas en la misma dirección que él. Cuando das la vuelta y empiezas a nadar contra la corriente, siempre encontrarás resistencia. La gente y las circunstancias pueden comenzar a ponerse en tu contra.
No siempre puedes controlar lo que ocurre fuera, pero puedes controlar totalmente lo que ocurre dentro de ti cuando te enfrentas a esa resistencia. Cuando lo comprendas, habrás descubierto una de las mayores claves de la felicidad. Además, estarás en camino de eliminar la pena de tu vida.
Tengo un libro titulado “El Egocentrismo: La raíz de toda tristeza”. Muestra cómo el egoísmo es realmente la raíz de toda nuestra tristeza. Sé que es algo difícil de asimilar para muchos. Pero eso se debe a que vivimos en una sociedad que ha aprendido a culpar a las circunstancias y a otras personas, en lugar de asumir la responsabilidad personal.
Por ejemplo, Proverbios 13:10 deja muy claro que la forma en que otros nos tratan no es la raíz de las contiendas; es nuestro orgullo:
"Ciertamente la soberbia concebirá contienda; Mas con los avisados está la sabiduría."
Si no estuviéramos tan enamorados de nosotros mismos, tan orgullosos y centrados en nosotros mismos, no seríamos tan sensibles a todas las cosas que nos molestan. Todo se reduce al amor propio.
Una de las cosas más liberadoras del mundo es amar a otra persona más que a uno mismo. Y cuando a quien amas más es a Dios, te alegrarás cuando Él sea glorificado, incluso si eso sucede a través de tu sufrimiento.
Eso es lo que hizo Pablo. En Filipenses, capítulo 1, el apóstol Pablo estaba tratando de consolar a los filipenses. Eran personas especiales para Pablo, y él era especial para ellos. En Filipenses 4:15-16, Pablo dijo que los filipenses fueron la única iglesia que buscó proveer para sus necesidades después de que él salió de su ciudad. No sólo lo hicieron una vez, sino dos, y se habrían asociado aún más con él, si hubieran sabido dónde estaba.
Él quería asegurarles que todo estaba bien con él. ¿Cómo lo hizo? Les dijo que todo su sufrimiento había servido para promover el reino de Dios.
En Filipenses 1:12-18 Pablo dice,
"Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido han redundado más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás. Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor. Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. ¿Qué, pues? Que, no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún."
Esto lo deja claro. Pablo amaba a Dios y la promoción de Su reino más de lo que se amaba a sí mismo. Si el reino de Dios era mejor debido al encarcelamiento de Pablo, entonces todo valía la pena. ¡Qué gran actitud! Haríamos bien en adoptarla.
Cuando Dios y los demás son más importantes para ti que tú mismo, entonces vas por buen camino hacia la felicidad. Pero si estás envuelto en ti mismo, y te encierras en tu propio mundo; ahí es donde radica el principal obstáculo para la satisfacción y la felicidad.
La mayoría de la gente es adicta a sí misma como los adictos a las drogas. Nunca están satisfechos. Y esta insatisfacción egocéntrica es la puerta abierta por donde Satanás mete la tentación a nuestras vidas. Él utilizó el interés personal para tentar a Adán y Eva, a pesar de que vivían en un mundo perfecto sin un solo problema.
"Pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal." (Gn. 3:3-5).
Ni siquiera los discípulos de Jesús estaban satisfechos con Él. A pesar de todo lo que le habían visto hacer, todavía querían más pruebas externas de quién era Él.
"Felipe le dijo: Señor, muéstranos al Padre, y nos basta" (Juan 14:8).
Nunca podremos satisfacer verdaderamente al ‘yo’. Tenemos que negarlo. Tenemos que morir al ‘yo’ y poner a Dios y a los demás por delante del ‘yo’. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero una vez que morimos a nosotros mismos, la felicidad está a la vuelta de la esquina.
En segundo lugar, tenemos que ocuparnos de lo que está fuera, de nuestras circunstancias. Pablo nos dio una gran idea de cómo hacerlo en 2 Corintios 4:17-18, que dice:
"Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas."
Pablo dijo que su aflicción era leve. No lo dijo porque no tuviera problemas. Puedes leer una lista de sus "aflicciones ligeras" en 2 Corintios 11:23-30. La lista incluye golpes con látigo y varas, prisiones, naufragio, hambre y sed a causa de su trabajo misionero, y muchas más. Entonces, ¿cómo podemos decir que nuestra carga es pesada cuando Pablo se refirió a todos sus problemas, que eran mucho peores que cualquier cosa que hayamos sufrido, cómo aflicciones ligeras?
Verás, tu problema no son ‘tus problemas’; tu problema es la forma en que ves ‘tus problemas’ y el valor que les das es lo que los convierte en un problema. Pablo dijo que todas sus aflicciones eran momentáneas. Eso era decir que eran de corta duración en comparación con la eternidad. Pablo puso sus dificultades a la luz de la eternidad.
No importa que tan malas sean las cosas en esta vida, tenemos una eternidad prometida tan maravillosa a cada uno de nosotros que todos nuestros problemas se vuelven pequeños en comparación con ella.
Romanos 8:18 dice,
"Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse."
Nuestro futuro es tan brillante que tenemos que entrecerrar los ojos para mirarlo. Todos los sufrimientos de esta vida son cortos e insignificantes comparados con la eternidad y todos los placeres que el Señor nos tiene reservados. Tener esto en mente reducirá nuestros problemas a un tamaño manejable.
Pablo también dijo en 2 Corintios 4:18 que él no miraba las cosas temporales de la Tierra, sino que estaba enfocado en las cosas eternas del cielo. Si sólo buscamos la felicidad en esta vida, entonces viviremos infelices (1 Cor. 15:19). Nuestra verdadera felicidad está en Jesús y en nuestro futuro con Él. Si estamos en la fe, podemos tener un gozo inefable y lleno de gloria ahora, en esta vida (1 Ped. 1:8). Es nuestra ancla en la eternidad lo que impide que nuestros corazones se turben (Juan 14:1-3).
Hay muchas otras verdades importantes que el apóstol Pablo reveló sobre la felicidad. En mi serie de cinco partes titulada “How to Be Happy” (Cómo ser feliz), enseño estas verdades que también son claves para la felicidad. Te ánimo a que puedas buscar la felicidad en Jesús, creo que cada cristiano puede encontrar la felicidad en Él.