Tienes autoridad para resucitar muertos

Existe una serie de claves para ver el poder milagroso de Dios manifestarse de una forma constante. Una de las menos entendidas, y por lo tanto raramente practicada, es el hecho de que la sanidad está bajo la autoridad del creyente. Dios ya ha provisto su poder sanador y lo ha derramado dentro de cada creyente nacido de nuevo. Depende de nosotros liberarlo. Entender y utilizar nuestra autoridad es la llave para ver los milagros suceder.  

Mira como Pedro y Juan ministraron sanidad al hombre cojo en Hechos 3:1-8: 

‘’Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda. Y tomándole por la mano derecha le levantó; y al momento se le afirmaron los pies y tobillos; y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios.’’ 

Observa que Pedro no oró por este hombre. Tampoco le pidió a Dios que lo sanara. Él dijo: ‘’Lo que tengo te doy’’. Esto no significa que Pedro era la fuente de esta sanidad. Nota lo que Pedro dice en Hechos 3:12: 

‘’Viendo esto Pedro, respondió al pueblo: Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto?, ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a este?’’  

Fue el poder de Dios que sanó a este hombre, pero ese poder estaba bajo la autoridad de Pedro. Pedro continuó diciendo en el versículo 16 que fue la fe en el nombre de Jesús lo que causó este milagro. Pero Pedro no le pidió a Dios que sanara a este hombre. Él creía que el Señor ya había hecho su parte y había puesto ese poder dentro de él. Ahora era responsabilidad de Pedro desatar ese poder, y eso es justo lo que hizo. 

El Señor nunca nos instruyó a orar por los enfermos en el sentido de pedirle a Él que los sane. Él nos ordenó sanar a los enfermos. Hay una GRAN diferencia entre estas dos acciones. Tiene que ver con operar en la autoridad que Él ya nos dio. Observa las siguientes órdenes que el Señor les dio a sus discípulos. 

‘’Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.’’ (Lucas 9:1-2) 

‘’Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia.’’ (Mateo 10:1) 

‘’Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.’’ (Mateo 10:7-8) 

 Jesús nos dijo que sanáramos a los enfermos, no que oráramos por ellos. ¡Que declaración tan radical! Esto podría causar que te echaran de la mayoría de las iglesias de hoy en día, pero estas son las palabras exactas de nuestro Señor Jesucristo. Y esta es precisamente la razón por la que más gente no ve los resultados milagrosos por los que están orando. No están tomando autoridad y liberando el poder de Dios; están pidiéndole a Dios pasivamente que haga lo que Él les mandó a hacer. 

Sé que esto va en contra de la doctrina cristiana popular. Se nos dice constantemente que no somos nosotros sino Dios el que sana, y estoy completamente de acuerdo. Pero, también creo que Dios ha puesto su poder sanador bajo nuestra autoridad, y depende de nosotros liberarlo. Si nosotros no tomamos nuestra autoridad y nos volvemos comandantes en lugar de mendigos, el poder de Dios no va a ser desatado. Es necesario renovar radicalmente nuestra forma de pensar sobre este tema. 

Un buen amigo mío, Dave Duell, tuvo un servicio en África hace muchos años. Fue una de las primeras veces que vio milagros como ciegos y sordos sanados. La gente estaba tan emocionada que se amontonaban alrededor de él mientras caminaba por las calles, tratando de tocarlo para ser sanados. Su primer pensamiento estaba influenciado por esta creencia religiosa que estoy intentando cambiar. Él pensó: ‘’Ellos no deberían de estar viéndome a mí. Yo no soy el sanador, es Jesús.’’ Él estaba a punto de detenerlos cuando el Señor le habló y le dijo: ‘’Dave, ¿te acuerdas cuando entré a Jerusalén montado en ese burro y toda la gente puso sus mantos y hojas de palma en el camino y gritaban: ‘Hosanna’? ¿Qué habrías pensado si el burro hubiera hablado y dicho: ‘¡No soy yo! ¡No soy yo!’? Eso solo habría revelado la arrogancia de aquel burro. Nadie estaba alabándolo a él, estaban alabando a Aquel que iba montado sobre él.’’ 

Cuando Dave reconoció que la gente no estaba tratando de tocarlo a él sino a Aquel que llevaba en su interior, permitió que lo tocaran todo lo que quisieran y la gente fue sanada. Esto es exactamente lo que pasó con los discípulos del primer siglo. Pedro causaba que la gente se alineara en las calles para que, con sólo el paso de su sombra, fueran completamente sanos. (Hechos 5:15). 

Observa este asombroso pasaje de la Escritura en Isaías 45:11:  

‘’Así dice Jehová, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos.’’   

¡Que versículo tan poderoso! ¿A qué se refiere el Señor cuando nos dice que lo mandemos? Bueno, ciertamente no se refiere a que somos más fuertes y poderosos que Él y que podamos darle órdenes. Él se refiere, que en lo que concierne a las cosas que ya ha hecho, Dios quiere que tomemos nuestra autoridad y declaremos su poder como quien comanda un ejército. 

Es como la electricidad. La compañía eléctrica genera la energía y la envía a tu casa. No es tu poder, pero está bajo tu control. No tienes que llamar a la compañía y pedirles que enciendan la luz. ¡No! Ellos no lo harán. Ellos generan la energía, pero está bajo tu autoridad. Tú simplemente enciendes el interruptor en la pared y le ordenas que funcione. ¿Significa esto que tú eres la fuente de poder? ¡Por supuesto que no! Puedes ponerte una bombilla en la boca y esta nunca se encenderá. Tú no eres la fuente de poder, pero eres quien controla lo que hace. Puedes suplicarle a la compañía eléctrica todo lo que quieras, pero ellos no encenderán el interruptor por ti. Tú tienes que tomar la autoridad y reconocer que el poder está bajo tu mando. 

De eso hablaba el Señor. Él ya ha sanado a todos los que alguna vez serán sanados. Lo hizo hace dos mil años donde llevó nuestras llagas en su espalda. Después depositó su poder de resurrección dentro de cada creyente. (Efesios 1:19-20). Dios ya hizo su parte, y ahora nos toca hacer la nuestra. Necesitamos tomar la autoridad que nos ha sido dada y convertirnos en comandantes que ordenan, en lugar de ser mendigos que suplican. Esta es una poderosa verdad que funciona hoy en día, y es la razón por la que en este ministerio vemos tantas sanidades milagrosas. Nosotros no nos limitamos a orar por los enfermos; los estamos sanando en el nombre de Jesús.  

Sé que esta línea de pensamiento plantea tantas preguntas como respuestas, y por eso tengo una enseñanza completa sobre La Autoridad del Creyente. Tengo algunas lecciones radicales en ella. Por ejemplo, ¿quién crees que hizo a Satanás? La mayoría de la gente cree que Dios lo hizo, pero no es así. Dios creó a Lucifer, un ángel del Señor, maravilloso y poderoso, pero fue la humanidad quien hizo a Satanás. Hay una diferencia entre crear y hacer. Esto podría revolucionar todo tu enfoque hacia el diablo. Satanás no está usando una autoridad angelical sobrehumana contra nosotros; él está usando la autoridad y el poder que Dios le dio al hombre. Por lo tanto, Satanás no puede hacer nada sin nuestro consentimiento o cooperación. ¡Aleluya! 

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