Por Amor Se Entregó
Imagina la noche anterior a la crucifixión de Jesús. Él comulga con sus discípulos y les lava los pies. Les revela que Judas es quien le va a traicionar. Les dice a los discípulos que se va y que no pueden ir con él.
Entonces, pronuncia estas palabras:
Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. (Juan 13:34-35)
En virtud del hecho de que estas serían, en parte, Sus últimas palabras a los discípulos, tenían que ser muy importantes. Y observa que lo que les dijo fue en forma de mandato, no de sugerencia.
Estoy seguro de que todos los que leen esta carta han leído o escuchado este pasaje muchas veces. Pero en realidad, la mayoría no piensa que esto es algo que realmente pueden hacer. Es una meta que pueden esforzarse por alcanzar con los dientes apretados, pero normalmente con poco éxito.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Daría Jesús a sus discípulos un mandato que sabía que no podrían cumplir? Obviamente, la respuesta es no. Entonces, ¿por qué nos cuesta tanto amar a los demás? ¿Podría ser así de simple: no podemos dar lo que no tenemos?
La mayoría de las iglesias están enseñando que el amor de Dios por nosotros es condicional. Están tergiversando Su amor, y es una de las principales razones por las que nosotros como cristianos somos tan críticos y duros con otras personas. Conscientemente o no, tendemos a tratar a la gente como creemos que Dios nos trata a nosotros.
Debemos entender que Dios no nos ama porque seamos encantadores. Él no nos ama porque leemos la Biblia, vamos a la iglesia, pagamos nuestros diezmos, o hacemos nuestro mejor esfuerzo para cumplir el mandamiento de amar a los demás como Él nos amó.
La verdad es que Él nos ama sin condiciones ¡Eso es increíble!
Crecí en una iglesia Bautista donde todo lo que se predicaba era el mensaje de evangelismo. Me hicieron sentir que tenía que pagarle a Dios por salvarme llevando a otros a Jesús. Llegó a ser tan parte de mí que solía decir lo siguiente: "El único propósito de nuestra existencia aquí en esta tierra es llevar a alguien más a Jesús".
Entonces el Señor me dijo esto: "Si la evangelización es el único propósito de tu existencia, ¿qué hay de Adán y Eva? Ellos no tenían a nadie a quien llevar al Señor, ninguna clase de escuela dominical que enseñar, nadie por quien orar, y ninguna necesidad física de ningún tipo."
La respuesta se encuentra en Apocalipsis 4:11 “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.”
El propósito original de toda la creación era placer a Dios. Y ese sigue siendo el propósito de Dios. Adán y Eva fueron creados para tener comunión con Dios. Él quería a alguien a quien amar y a quien amar voluntariamente.
El propósito de Dios al crear a los seres humanos era la relación. Pero la religión ha tenido éxito en convertirnos de "seres humanos" en "hechos humanos". Cuando eso se convierte en el centro de atención, empezamos a vincular el amor de Dios por nosotros a algo que nosotros hacemos por Él. Yo lo hice , pero ese nunca fue Su plan.
A lo largo de los años, he orado por miles de personas. La gran mayoría de los que se acercan comienzan hablándome de su vida espiritual: "He estado orando, ayunando, leyendo la Biblia y asistiendo a la iglesia, pero todavía no estoy sano". No se dan cuenta, pero acaban de decirme por qué no se han sanado. Están señalando lo que están haciendo en lugar de lo que Jesús ya hizo.
Lo mismo ocurre con nuestra relación con el Señor y con otras personas. Hemos llegado a creer que Dios nos ama y actúa en nuestro favor basándose en nuestros actos. Por lo tanto, consideramos a los demás de la misma manera: nuestro amor por ellos está en proporción directa a sus obras, o a cómo nos tratan.
Romanos 5:8 dice “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
El amor de Dios nunca ha sido ni será condicional. Él te amó en tu peor momento, y la mayoría de las iglesias cristianas estarían de acuerdo con eso inicialmente. Creen que eres salvo por gracia a través de la fe, sin importar tu historia, pero ahí es donde a menudo termina la gracia y comienza la religión. Y la religión siempre pone el énfasis en lo externo.
Una vez que eres salvo, la religión dice que debes vivir santamente, y la evidencia de tu santidad probablemente será juzgada por las normas de tu iglesia: Te vistes de la manera correcta, dices las cosas correctas, estás guiando a la gente a Jesús, y lo más importante, estas diezmando.
No es así como Dios nos ve. Dios mira el corazón. 1 Samuel 16:6-7 dice esto:
“Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido. Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.”
Samuel iba a escoger a Eliab para reemplazar al rey Saúl debido a las apariencias externas. Pero Dios no miraba lo exterior. La iglesia de hoy está juzgando a los creyentes de la misma manera. Puede que te diviertas en secreto el sábado por la noche, pero mientras vengas a la iglesia a la mañana siguiente bien arreglado y bien vestido con un cheque en la mano, eres aceptado porque tienes la apariencia de santidad.
Bajo el Nuevo Pacto, Dios todavía se preocupa por tus acciones y comportamiento. No está bien mentir, robar, cometer adulterio, o cualquier otro pecado. Sin embargo, Él sabe que esos no son más que el subproducto de la falta de una relación con Él. Por lo tanto, Él está enfocado en tu corazón.
Mientras creas que Dios te está juzgando de acuerdo a tus acciones, nunca recibirás completamente Su amor. El amor es una decisión, y Dios decidió amarte, aunque no lo merecieras. No hay nada que puedas hacer para ganártelo o merecerlo, así que recíbelo como un regalo gratuito.
Cuando comprendes cuánto te ama Dios, te resulta fácil amar a los demás. Y cuando amas a otros como Él te ha amado, tu comportamiento cambiará hacia ellos. Si tu amaras a tu pareja como Cristo te ama a ti (incondicionalmente) tu nunca cometerías adulterio. Si amaras a tu prójimo como Cristo te ama, nunca le robarías ni darías falso testimonio en su contra.
¿Cómo sabe el mundo que somos discípulos de Cristo? Juan 13:35 dice: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros."
¿Sabías que la iglesia del primer siglo evangelizó el mundo en treinta años? No tenían televisión, Internet, teléfonos inteligentes ni mensajes de texto. Pero se amaban unos a otros, y ese amor era tan evidente; atraía a la gente como la miel atrae a las abejas.
Un fariseo que era abogado le hizo esta pregunta a Jesús: "¿Cuál es el gran mandamiento de la ley?". Jesús le respondió en Mateo 22:37-40.
“Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.”
Los fariseos querían que Jesús nombrara el más importante "No harás", y en vez de eso, Jesús dijo "Harás". Muchos creyentes todavía viven bajo la mentalidad de la Ley del Antiguo Testamento. Están tratando de ganarse el amor de un Dios que ya tomó la decisión de amarlos incondicionalmente.
Una vez que comiences a entender cuánto te ama Dios, el amor fluirá de ti hacia los demás como ríos de agua viva.
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