¿Cómo Restaurar tus Relaciones?
¿Sabías que los Diez Mandamientos no son los más importantes? De hecho, todos los mandamientos y leyes son el resultado de sólo dos. Jesús dijo esto en respuesta a la pregunta del intérprete de la ley en Mateo 22:36-40.
"Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas".
Muchos oramos por sanidad, liberación y prosperidad. Queremos alegría, paz y felicidad en nuestros hogares. Queremos mejores relaciones con la familia y los amigos, especialmente durante la temporada navideña. Sin embargo, la respuesta para ver estas necesidades y deseos satisfechos está envuelta en recibir el amor de Dios y luego caminar en ese amor hacia los demás.
En septiembre escribí sobre el amor de Dios hacia ti en el artículo "Mira a quién ama Jesús". Una vez que entiendes cuánto te ama, no es difícil amarlo con todo tu corazón, alma y mente y amar a los demás como a ti mismo. Sin embargo, muchos dicen amar a Dios y aun así no muestran amor hacia los demás.
1 Juan 4:19-21 dice,
"Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano".
Este es un pasaje muy, muy desafiante. La mayoría de nosotros queremos interpretarlo de alguna otra manera para ignorar la última parte, pero simplemente no puedo ver ninguna manera de hacer esto. Si alguien dice que ama a Dios, pero tiene odio y resentimiento hacia los demás, está mintiendo. Tenemos que entender que esta es la verdad y empezar a permitir que el amor de Dios fluya a través de nosotros hacia los demás, incluidos aquellos que no nos caen bien y aquellos que nos han hecho daño.
En Santiago 2:8 se le llama la Ley Real:
"Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis".
Esto significa que es la más importante de todas las leyes, que es el mismo punto que Jesús señaló en Mateo 22. Lo más grande que cualquiera de nosotros puede hacer es amar a Dios y amar a la gente. Esa es la primera cosa que Dios nos ha llamado a hacer. Hasta que esto se convierta en el enfoque de nuestras vidas, no vamos a beneficiarnos de Su amor obrando en nosotros, y le daremos a Satanás una entrada directa a nuestra vida.
La Biblia dice que las ofensas vendrán. Si vives en esta Tierra entre la gente, alguien te va a ofender tarde o temprano. Y, según 2 Timoteo 3:12, sólo porque eres cristiano y te identificas con Jesús, algunos te van a odiar: "Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución".
La mayoría de los problemas que tenemos con la gente son el resultado de la envidia y la contienda. Puede ser nuestra culpa, su culpa, o ambas, pero la contienda sigue siendo el resultado. Santiago 3:16 dice:
"Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa".
Muchos piensan que los celos y la envidia son la misma cosa, pero no lo son. Los celos desean lo que otro tiene. Pero la envidia, según el diccionario, no son sólo celos. Son celos con malicia, con la intención de herir o hundir a otra persona. La envidia significa que estás amargado y enfadado; la contienda es cuando desahogas esa amargura y ese enfado.
Santiago continúa diciendo que con esas dos cosas viene la confusión y toda obra maligna. Si Dios no es el autor de la confusión, entonces Satanás lo es. Así que podríamos decir que donde se encuentra la envidia y la contienda, también se encuentra Satanás y todas sus obras perversas. No algunas, sino toda obra maligna.
Entonces, ¿cómo lidiar con las contiendas u otros problemas en las relaciones? Primero, evalúa la fuente. Siempre es una de estas: Puede ser tu culpa, la culpa de la otra persona, o ambos pueden ser culpables. Hay otra fuente que ocurre con menos frecuencia: Dios puede guiarte a dejar una relación que está obstaculizando tu futuro.
La mayoría de la gente no quiere aceptar la responsabilidad personal. Es mucho más fácil señalar con el dedo a otra persona. El peligro con esto es que puedes desarrollar una mentalidad de víctima. Empiezas a creer que la razón por la que actúas como lo haces es por lo que otras personas te han hecho. Nunca crees que es culpa tuya. Comienza siempre por mirarte primero a ti mismo.
A menudo el problema sólo está en tu mente y en realidad no existe. Es el resultado de juzgar los motivos de las acciones de los demás. Sacas conclusiones precipitadas y te ofendes basándote en especulaciones. Uno de los atributos de un ministro es que tenga una mente sobria. Eso significa que está libre de imaginaciones especulativas. Al asumir que los motivos de las personas son buenos, la mayoría de las ofensas nunca se desarrollarán.
Hay un tiempo y un lugar para discernir y juzgar los motivos de otros, pero debe hacerse correctamente. No tengo espacio en este artículo para enseñar sobre esto, así que te recomiendo mi nueva serie: “La Clase del Amor de Dios a través de ti” (God’s Kind of Love Through You, solo disponible en inglés por el momento) , esta trata sobre las imaginaciones especulativas y el juicio piadoso.
Pero ¿qué pasa si es culpa de la otra persona? No importa lo que ellos hayan hecho, puedes elegir como responder. Tienes 100% autoridad sobre ti mismo. Puedes comenzar a caminar en amor hacia otra persona en cualquier momento que tú decidas. Pablo dijo: "Yo muero cada día". Y en 2 Corintios 4:17, declaró:
"Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria".
No las enumeraré aquí, pero las ligeras aflicciones de Pablo no eran exactamente ligeras. Eran leves en comparación con la gloria que experimentaría en la eternidad. Si comparamos todas las cosas hirientes que la gente nos ha hecho con lo que Jesús sufrió por nuestro bien, nuestro sufrimiento se vuelve insignificante. Todo es cuestión de perspectiva; Pablo entendía esto.
La mayoría de las veces las relaciones dañadas son culpa de las dos personas involucradas. Esto aplica en el matrimonio. Ningún hombre ha amado jamás a su mujer como Cristo ama a la Iglesia, y ninguna mujer ha honrado jamás a su marido como la Iglesia debe honrar a Dios. La clave para resolver los problemas en todas las relaciones comienza con el perdón.
"Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? 22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete". (Mt. 18:21-22)
"Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale". (Lucas 17:3-4)
¡Nadie va a pecar contra ti 490 veces en un día! Lo que Jesús está diciendo es que, si una persona se humilla y pide perdón, entonces perdónala. El perdón es el arma más poderosa de todas para acabar con las disputas y restaurar las relaciones.
Si esto no resuelve el problema, Dios tiene un plan en Su Palabra para ayudarte. Una vez más, no tengo espacio aquí para enseñar sobre este tema, pero es muy importante que sepas como actuar en esta situación. En mi serie, “La Clase del Amor de Dios a través de ti”, uno de los mensajes se titula: "Tratando con las ofensas cuando todo lo demás falla". En él, hablo acerca de confrontar a la persona con dos o tres testigos presentes, llevar el asunto ante la iglesia, y entregar a alguien a Satanás para la destrucción de su carne y la salvación de su alma.
En algunos casos, puede que sea Dios el que guíe a que una relación termine. Hay algunas relaciones que Dios no quiere que tengas. Por ejemplo, Él no quiere que estés en yugo desigual con los incrédulos. Tampoco quiere que tengas relaciones que te alejen de su destino. Sin embargo, esto no debe usarse como una excusa para terminar una relación porque eres es infeliz (discuto más de este punto en mi nueva serie). Te animo a que aprendas a perdonar, pases por alto la ofensa y ames a tu prójimo como a ti mismo.