Romanos: la obra maestra de Pablo sobre la gracia

Si llevas un tiempo siendo un asociado con nosotros, sin duda has sido impactado por la gracia de Dios. Eso es lo que transformó mi vida, y sé que he sido llamado específicamente para traer una revelación de la gracia de Dios a esta generación. Creo que esta es la necesidad número uno en la iglesia de hoy en día. 

  

En mi opinión, el libro de Romanos es la obra maestra de Pablo sobre el tema de la gracia. Escribió constantemente sobre la gracia de Dios en todas sus epístolas, pero la carta a los Romanos es especial. No creo que nadie pueda afirmar una verdadera revelación de la gracia si no tiene una buena comprensión del libro de Romanos. 

  

Cuando apenas comenzaba a buscar al Señor a finales de los 60’s, recuerdo que el Señor me dijo que, si podía obtener una revelación de los primeros ocho capítulos de Romanos, cambiaría mi vida. Me enfoqué en esas escrituras por años. Las leí docenas, tal vez cientos de veces; y gradualmente, empecé a entenderlas. Por supuesto, esas escrituras han cambiado mi vida tanto como cualquier otra en toda la Palabra de Dios. 

  

Pablo hizo esta declaración radical en Romanos 1:16: "El evangelio es poder de Dios para salvación". Eso no suena tan radical para nosotros como lo hizo a la gente en los días de Pablo porque el término evangelio se ha convertido en un cliché religioso para nosotros. La mayoría de la gente no sabe lo que significa. En los días de Pablo, era una manera radical de referirse a la gracia de Dios como el medio de obtener una relación correcta con Él. 

  

La palabra griega de la que se tradujo la palabra española "Evangelio” significa literalmente: "un buen mensaje” o “buenas noticias". Se usaba antes de que se escribiera el Nuevo Testamento, pero era muy raro. En mi investigación, un estudioso bíblico mencionó que sólo había dos veces en toda la literatura griega donde se utilizaba esta palabra. Esto se debe a que realmente significaba algo más que "buenas noticias". Era más como "noticias casi demasiado buenas para ser verdad". Era un superlativo tan fantástico que rara vez se utilizaba. Sin embargo, esta palabra sensacional describía perfectamente lo que Jesús hizo por nosotros; por eso, se convirtió en una palabra común entre los creyentes del Nuevo Testamento. 

  

Hoy en día, la mayoría de los cristianos piensan que la palabra "Evangelio" es sólo una palabra que identifica cosas religiosas. Relacionan la predicación sobre la ira de Dios y el juicio inminente como ‘el Evangelio’, pero no lo es. Es cierto que aquellos que no aceptan el sacrificio de Jesús pasarán una eternidad en el infierno, pero esas no son "buenas noticias", y mucho menos son "noticias demasiado buenas para ser verdad". 

  

El Evangelio es la "buena noticia" de que, a pesar de nuestros pecados y del juicio que merecemos, Dios ha provisto una redención completa para nosotros. Más concretamente, la palabra "Evangelio" describe la gracia que nos permite recibir este perdón. 

  

Si te dijera que tengo un regalo de un millón de dólares para ti, eso sería una buena noticia. Sería una noticia casi demasiado buena para ser verdad. ¿Qué pasaría si pusiera requisitos difíciles o imposibles que debes cumplir para poder recibir ese dinero? Entonces dejaría de ser un regalo, porque estarías trabajando para ganarte el dinero. Toda tu alegría por el "regalo" se desvanecería al no poder cumplir los requisitos. Probablemente te enfadarías conmigo. Sería mejor que nunca te ofrecieran el dinero, a que te lo pusieran enfrente pero fuera de tu alcance con requisitos imposibles. 

  

Así es con la salvación. Decir simplemente que Jesús nos proporcionó la salvación no es realmente la "noticia casi demasiado buena para ser verdad" a menos que se enfatice que todo lo que Jesús nos proporcionó está disponible para nosotros por gracia. La gracia de Dios es la esencia del Evangelio. 

  

En Hechos 20:24, Pablo dijo que estaba testificando del "evangelio de la gracia de Dios". Dijo lo mismo en Gálatas 1:6: "Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente". Pablo comparó la gracia de Dios con el Evangelio. Cualquier declaración sobre Dios o la salvación que Él proveyó, sin resaltar la gracia de Dios, no es el verdadero Evangelio. 

  

Decirle a la gente que van a ir al infierno si no se arrepienten es verdad, pero no es el Evangelio. Incluso decirle a la gente que Jesús proveyó un escape del castigo eterno no es el Evangelio si les decimos que tienen que vivir vidas santas para obtener esa salvación. Poner cualquier condición indicando que debemos ‘hacer’ ciertas cosas para adquirir la provisión de Dios niega la gracia y, por lo tanto, no es el Evangelio. 

 

 ¡Estas son afirmaciones radicales! La mayor parte del mundo eclesiástico no define el Evangelio de esta manera, pero así lo definió Pablo, que "el Evangelio... es el poder de Dios para salvación". El poder que necesitamos para ser salvos y obtener todo lo que Jesús proveyó para nosotros está en el Evangelio. Si parecemos impotentes para recibir, es porque no tenemos una revelación completa del verdadero Evangelio. 

 

He oído a otros decir: "Nadie en los Estados Unidos debería oír el Evangelio dos veces hasta que todos en el mundo lo hayan oído una vez". Lo que intentan decir es que no deberíamos poner todos nuestros esfuerzos de evangelización en un país donde la gente ya ha oído el Evangelio. Deberíamos dar más prioridad a llevar el Evangelio a los que nunca lo han oído. 

  

Yo digo que todo el continente americano no ha escuchado el Evangelio. Han oído que hay un cielo que ganar y un infierno que evitar. Han oído que el pecado nos separa de Dios y que sus pecados tienen que ser perdonados. Incluso han oído que Jesús murió para perdonar sus pecados. Pero nuestra nación no ha escuchado que todo lo que Jesús proveyó para nosotros es un regalo, accesible sólo por medio de la fe (Ro. 5:2). El "cristianismo" en Estados Unidos y en Latinoamérica ha predicado que tenemos que vivir vidas santas para recibir de Dios. 

  

El sistema religioso de la época de Martín Lutero predicaba a Jesús. Hablaban del perdón de los pecados y de la ira que esperaba a todos los que rechazaban el sacrificio de Jesús. Ponían tal carga de santidad personal sobre el individuo para recibir lo que Jesús proveía, que pervertían el verdadero Evangelio con todos sus requisitos. No estaban predicando el Evangelio. Martín Lutero recibió la revelación de que sólo por gracia puede obtenerse la salvación de Dios (Ro. 3:28), y esto cambió su vida y la historia del mundo. 

  

 El cristianismo moderno, como lo conocemos hoy en día, ha perdido la comprensión de la gracia tal como la carecía antes de la revelación de Martín Lutero. Necesitamos otra reforma centrada en la gracia de Dios. 

  

Algo asombroso ha sucedido en nuestra presentación del Evangelio hoy. El cristianismo evangélico predica la gracia como la esencia del Evangelio para la experiencia inicial de nacer de nuevo, pero luego vuelve a los requisitos de obras muertas, obras de justicia propia, para recibir todo lo demás que viene de Dios. Eso también es una perversión del Evangelio. Pablo dijo en Colosenses 2:6, "Por tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en él". Eso significa que como sólo podemos nacer de nuevo poniendo fe en la gracia de Dios, todo lo demás en la vida cristiana tiene que venir de la misma manera. 

  

Si fue un "tal como soy sin una súplica" para ser salvo, entonces tiene que ser lo mismo para ser sanado o prosperado o liberado. ¿Somos tan ingenuos como para pensar que fuimos salvados por gracia, pero que ahora podemos ser perfeccionados a través de nuestros propios esfuerzos? (Ga. 3:3) 

  

Por eso Pablo escribió el libro de Gálatas. Los gálatas habían recibido el Evangelio y habían nacido de nuevo, pero después de ser salvos, abandonaron la gracia y volvieron a tratar de ganarse las bendiciones de Dios a través de apegarse a las normas y reglamentos del Antiguo Testamento. Esto trajo algunas de las amonestaciones más duras que el Apóstol Pablo jamás haya dado a nadie. Él dijo en Gálatas 3:1, "¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado?" También dijo en Gálatas 5:4: "De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído". 

  

Cada gran avivamiento en la historia tuvo la gracia de Dios en su base. Un despertar a la gracia de Dios libera el poder del Evangelio, y el avivamiento es el resultado. El avivamiento no es el resultado de la santidad. La santidad es el resultado del avivamiento. 

  

Podrías decir: "¿Estás diciendo que podemos vivir en pecado porque la salvación es por la gracia de Dios?". Me alegra que hagas esa pregunta. Pablo abordó esa misma pregunta cuatro veces en el libro de Romanos. Incluso se podría decir que, si esa pregunta nunca surge, entonces el verdadero Evangelio que Pablo predicó no ha sido presentado. La mayoría de los mensajes del Evangelio que se predican en los púlpitos nunca provocan esa pregunta porque no están predicando el verdadero Evangelio. 

  

Por supuesto, Pablo no abogaba por una vida de pecado y yo tampoco. La santidad es un fruto y no una raíz de la salvación (Ro. 6:22). Pablo le dijo a Tito, en Tito 2:11-12, "Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente". La gracia nos enseña a vivir santamente. Nuestra santidad es una respuesta a la gracia de Dios, no algo que hacemos para ganar la gracia de Dios. La gracia no se puede ganar, o no sería gracia (Ro. 11:6). Cuando vemos claramente la gracia que Dios nos ha extendido, el amor de Dios abundará en nuestras vidas y viviremos vidas más santas accidentalmente, aún más que si lo intentáramos hacer a propósito. 

  

La gracia no nos da licencia para pecar, sino que en realidad nos libera del pecado. En Romanos 6:14 Pablo dijo, "Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia". La gracia rompe el dominio del pecado sobre nosotros. La ley, o un mensaje basado en el comportamiento, le da al pecado dominio sobre nosotros. 

 

Si estas verdades sobre el Evangelio de la gracia de Dios reveladas mediante Pablo en el libro de Romanos no han explotado en tu corazón, te ruego que cambies eso hoy. Te prometo que estas verdades transformarán tu vida como lo han hecho con la mía. El Evangelio es el poder que necesitas en tu vida para recibir cualquier cosa que necesites del Señor. 

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