¡Supera la duda hoy!

Nadie es inmune a la duda. Nos puede pasar a todos, y de hecho nos pasa. Sólo tienes que saber cómo manejarla cuando llega. Incluso grandes hombres y mujeres de Dios registrados en la Biblia tuvieron que lidiar con la duda. Jesús dijo de Juan el Bautista

"En verdad os digo que entre los nacidos de mujer[a] no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista". (Mateo 11:11). 

Eso significa que Juan era más grande a los ojos de Jesús que Abraham, José, Moisés, David o cualquier personaje del Antiguo Testamento que puedas nombrar. Sin embargo, Juan dudó de lo más importante de todo al cuestionar si Jesús era realmente el Cristo. 

Juan el Bautista había sido encarcelado por criticar a Herodes por casarse con la mujer de su hermano, una relación incestuosa. Había estado encarcelado entre seis meses y dos años y se desanimó tanto que pidió a dos de sus discípulos que fueran a Jesús y le preguntaran si realmente era el Cristo. Es fácil leer esto y no pensar mucho en ello, pero la verdad es que no era más que incredulidad por parte de Juan el Bautista. 

Piensa: ¿quién era Juan? Fue apartado por Dios y lleno del Espíritu Santo mientras aún estaba en el vientre de su madre. Ni siquiera Jesús fue lleno del Espíritu Santo desde el vientre. Se cree que vivió en el desierto cerca del Mar Muerto con los Esenios, los escritores de los Rollos del Mar Muerto. Era un pueblo superlegalista que practicaba dogmáticamente muchos rituales de sacrificio personal. Me parece que no había llevado una vida fácil. Juan estaba separado y enfocado en su propósito. 

Toda su vida estuvo dedicada a preparar el camino para Cristo. Pasó treinta años preparándose para un ministerio que sólo duraría seis cortos meses. Juan es el que vio a Jesús y dijo: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29). La unción sobre su vida tuvo que ser excepcionalmente poderosa porque su ministerio desafiaba la lógica. Miles de personas de muchas naciones acudían en medio de la nada para oír a este hombre predicar: "Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado". Y Dios le había revelado que a través de una señal visible del cielo sabría quién era el Cristo. Vería al Espíritu de Dios descender sobre el Mesías en forma corporal como una paloma. Esto sucedió cuando Juan bautizó a Jesús en el río Jordán. 

En ese momento, Juan estaba absolutamente seguro de que Jesús era el Cristo. No tenía ninguna duda. Estaba tan seguro de esto que dijo: 

"Y yo le vi, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios." en Juan 1:34.  

En Lucas 3:16 dijo: "pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado". Y en Juan 3:30 dijo: "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe". 

Sin embargo, después de ser encarcelado por un tiempo, empezó a dudar. Esto muestra varias cosas, pero algo importante es el hecho de que cualquiera puede dudar. ¿Cómo respondió Jesús a la duda de Juan? Bueno, ciertamente no respondió como la mayoría de nosotros. Les dijo a los discípulos de Juan que volvieran y le contaran los milagros que habían presenciado y que Juan sería bendecido si tan solo creía. Eso es todo. Jesús no trató de hacer que Juan se sintiera mejor haciéndole saber que comprendía su dolor o haciendo algunos comentarios elogiosos. Jesús reservó esos comentarios hasta después de que los discípulos de Juan se fueron (Lucas 7:24-28). 

Esto me desconcertó durante muchos años. ¿Por qué Jesús no dijo estas cosas acerca de Juan el Bautista en presencia de sus discípulos, para que le hubieran llevado esa palabra? Creo que eso habría ayudado más a Juan que simplemente decirle que mirara los milagros, y que sería bendecido si creía. 

Años después de haber hecho estas preguntas, estaba leyendo Isaías 35 y me encontré con este pasaje que dice: 

"Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el cojo saltará como un ciervo, y cantará la lengua del mudo; porque aguas serán cavadas en el desierto, y torrentes en la soledad." (Is. 35:5-6). 

De repente se me ocurrió que ésta era exactamente la respuesta que Jesús dio a los mensajeros de Juan. Mira lo que dijo Jesús en Mateo 11:4-6: 

"Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí". 

Jesús hizo todos los milagros que Isaías profetizó que haría, y añadió la sanidad de un leproso y la resurrección de un muerto. Lo que Jesús hizo fue cumplir perfectamente la profecía sobre sí mismo, y luego le envío a Juan el Bautista esta palabra. Jesús le recordó a Juan las escrituras, para superar sus dudas. Este es el método de Jesús para que superemos nuestras dudas. 

Muchos de nosotros tenemos Biblias que solo están acumulando polvo. Algunos incluso traen una. Pero cuando estamos luchando con la incredulidad, no queremos una escritura; queremos algo tangible, algo emocional que podamos sentir. Preferiríamos que Jesús nos abrazara y nos dijera que todo va a salir bien. Eso nos haría sentir mejor. Pero superar la duda no se trata de sentirse mejor; es regresar a la fe que sólo proviene de la Palabra de Dios (Rom. 10:17). 

Jesús envió la Palabra de vuelta con los discípulos de Juan. Él sabía que esto avivaría el espíritu de Juan para superar la duda. Pedro entendió esto acerca de la fe cuando escribió al respecto en 2 Pedro 1:12-15, que dice: 

  "Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente. Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas." 

Pedro estaba declarando lo importante que era que sus palabras fueran recibidas, ya que eran, en verdad, la Palabra de Dios (1 Tes. 2:13). Para demostrarles que no se trataba de fábulas inventadas por él, Pedro se refiere al momento en que estuvieron con Jesús en la montaña. Vieron a Jesús brillar como el resplandor del sol. La nube de gloria ‘Shekhiná’ de Dios los cubrió a todos con su sombra, y oyeron una voz audible que decía desde el cielo: "Este es mi Hijo amado: a él oíd." (Marcos 9:7). También vieron a Moisés y a Elías hablando con Jesús. Fue impresionante. 

Pero Pedro continuó diciendo en 2 Pedro 1:19: "Tenemos también la palabra profética más segura". ¿Qué podría ser más seguro que todas estas señales sobrenaturales? Pedro da la respuesta en el versículo siguiente, cuando habla de las Escrituras (2 Pe. 1:20). Las Escrituras son más seguras, edifican nuestra fe y destruyen la duda más que ver a Jesús transfigurado o escuchar una voz audible del cielo. ¡Aleluya! 

La única manera segura de superar la duda es poner tu fe en la Palabra de Dios y depender de esta palabra profetica más segura. No permitas que tus cinco sentidos dominen tu pensamiento. Debes llegar a un punto donde la Palabra de Dios sea más real para ti que cualquier cosa que puedas ver, probar, oír, oler o sentir. Cuando tengas dudas, busca en la Palabra de Dios tal como Jesús le dijo a Juan el Bautista. La fe viene por el oír y el oír por la Palabra. 

Sólo hay dos ocasiones registradas en la Biblia en las que Jesús se maravilló de algo. Una vez se maravilló de la gran incredulidad de la gente (Marcos 6:6), y en Mateo 8:10 se maravilló de la gran fe de un soldado gentil. Vale la pena examinar una fe que hizo que Jesús se maravillara. ¿Qué fue tan diferente? Fue lo que dijo el centurión que marco una gran diferencia: 

"Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. 9 Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace". (Mt. 8:8-9) 

El centurión tenía una fe que estaba basada en la Palabra de Dios. No necesitaba que Jesús fuera a su casa y pusiera Su mano sobre el enfermo. Si Jesús le daba una palabra, eso era todo lo que necesitaba. 

Contrasta la fe de este centurión con la poca fe de Tomás, que era uno de los doce discípulos de Jesús. La primera vez que Cristo resucitado se apareció a sus discípulos, Tomás no estaba presente. Los otros diez discípulos le dijeron a Tomás que Jesús había resucitado, pero pasaron ocho días más antes de que Jesús se apareciera a Sus discípulos con Tomás presente. 

"Le dijeron, pues, los otros discípulos: Al Señor hemos visto. Él les dijo: Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré." (Juan 20:25) 

Jesús se acercó a Tomás y le dijo que metiera su dedo en la marca de los clavos y metiera la mano en el costado de Jesús y que no fuera incrédulo, sino creyente. Tomás cayó de rodillas y confesó a Jesús como su Señor y Dios. 

"Jesús le dijo: Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron". (Juan 20:29) 

Jesús concedió una bendición mayor a los que creen sin ver que a los que creen porque han visto. En otras palabras, hay una mayor unción en creer la Palabra que en creer señales y maravillas. No me malinterpreten. Yo creo en señales y maravillas. Jesús las usó como una campana para atraer a la gente hacia Él y así debemos hacerlo nosotros. Pero, por último, la palabra profética más segura, es la Palabra escrita de Dios. Hay una mayor bendición para los que creen en la Palabra de Dios que creer debido a hechos sobrenaturales. Aquellos que buscan hechos para afirmar su fe fallaran cuando vengan las fuertes batallas de la incredulidad. Tenemos que hacer que nuestra fe esté tan arraigada en la Palabra de Dios que podamos resistir un huracán. 

La razón por la que Jesús no trató de hacer que Juan se sintiera mejor algunas palabras amables, con un toque emocional, no fue porque no le importara. Se preocupó tanto por Juan que le dio lo mejor que tenía: la Palabra de Dios escrita. Así fue como Jesús lidió con sus propias tentaciones (Mateo 4), esa fue y sigue siendo la mejor manera de Dios para que nosotros lidiemos con nuestras tentaciones de no creer. 

Puede que haya una razón por la que el Señor no ha usado un toque emocional para librarte de la incredulidad. Tal vez es porque Él te ama tanto que está tratando de ayudarte a operar en la forma más alta de fe, fe en Su Palabra. Si el más pequeño de los santos en la actualidad es más grande de lo que Juan el Bautista era entonces (Mateo 11:11), seguramente el Señor quiere que operemos al menos en el mismo nivel en el que Él trató con la incredulidad de Juan. 

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