Si realmente creemos que Dios proveerá lo que esperamos, nos regocijaremos.

Cualquier problema que enfrentamos, y problemas aún peores, ya han sido enfrentados por alguien en la Biblia.

La paciencia, que es un componente de la resistencia, solo opera en aquellos que creen que hay una recompensa alcanzable por sus esfuerzos.

Aquellos que no pueden liberarse de sus sentidos, especialmente de su vista, nunca podrán operar en la clase de esperanza que proviene de Dios.

El Espíritu Santo constantemente nos ministra esperanza cuando meditamos en las palabras que Dios nos ha hablado.

Solo hay dos destinos posibles después de la muerte: o vamos a un lugar de tormento para los malvados o vamos a un lugar de bendición para los justos.

Jesús hizo mucho más que obtener la vida eterna para nosotros; también pagó toda la deuda de nuestros pecados (Ro. 6:23).

El propósito de la Ley era revelar que somos pecadores por naturaleza y necesitábamos del Salvador. Hoy en día, todavía cumple Su propósito para aquellos que no han nacido de nuevo.

Nuestra justicia es imperfecta porque nuestra naturaleza caída es incapaz de cumplir la Ley, pero la justicia de Dios es perfecta porque Jesús cumplió toda la Ley.

Dios te dio tus posesiones materiales, así que en realidad eres un mayordomo de Sus recursos. Él te dio esta riqueza para establecer Su pacto en la tierra, no para que la desperdicies en tus propios deseos.

Necesitamos reconocer que nuestros logros no nos hacen mejores ni peores que otros. Dios no nos valora ni nos define por lo que hacemos; Él mira nuestros corazones y la motivación detrás de lo que hacemos.

¡Dios solo quiere que vengas a casa! Quiere que la relación contigo se restablezca para poder involucrarse en tu vida y bendecirte.

El verdadero arrepentimiento consiste simplemente en cambiar interiormente: nuestra mente y corazón, y el resultado cambiará nuestra actitud y nuestras acciones exteriormente.

La Palabra de Dios fue dada para reprensión y corrección, y si nos sometemos a ella podemos “ser perfectos, enteramente preparados”, sin tener que experimentar tragedia para aprender.

La enseñanza de Jesús sobre el discipulado enfatiza la lealtad firme y la fidelidad a Él antes que a nadie o a cualquier otra cosa.

No es Dios quien deja de ofrecer la salvación a las personas, sino que son los invitados quienes rechazan su oferta.

La vida cristiana no es un proceso continuo de pedir y recibir más de Dios, es la renovación de nuestras mentes para conocer y apropiarnos de lo que ya tenemos en Cristo. Estamos completos en Él.

Es un error creer que “cualquier cosa que Dios quiera” se cumplirá automáticamente, y que nosotros no jugamos un papel al recibir de Dios.

Fuiste reconciliado con Dios por la muerte y resurrección de Jesús. Ahora tú también eres ministro de la reconciliación (2 Co. 5:18).

Nadie podrá presentarse ante Dios el Día del Juicio y decir: “Dios no es justo”. Él otorgó la oportunidad de conocerlo a cada persona que ha vivido, sin importar cuán remota o aislada haya estado.